Santa Marta de Magasca: El último bastión contra el turismo depredador y la España vaciada
Santa Marta de Magasca representa la resistencia silenciosa contra el modelo turístico depredador y el vaciamiento rural. Este pueblo extremeño demuestra que otra forma de desarrollo es posible, basada en la sostenibilidad y el respeto al patrimonio natural y cultural.

Vista panorámica de Santa Marta de Magasca, ejemplo de resistencia contra el desarrollo insostenible en la España rural
La resistencia silenciosa de un pueblo extremeño ante el capitalismo salvaje
En tiempos donde el turismo se ha convertido en una industria extractiva más, donde los pueblos se vacían al ritmo que marcan los grandes capitales, Santa Marta de Magasca se erige como un símbolo de resistencia. Este pequeño municipio cacereño demuestra que otra forma de vida es posible, lejos de la voracidad del desarrollo descontrolado.
Un modelo sostenible frente al desarrollismo depredador
Mientras el sistema capitalista empuja hacia la concentración urbana y el abandono rural, Santa Marta mantiene viva una economía que, paradójicamente, ha logrado más por la conservación del medio ambiente que todas las cumbres climáticas juntas. Su ganadería extensiva, despreciada por los gurús de la productividad, preserva un ecosistema único.
"La ganadería extensiva, tan despreciada por los gráficos de productividad, ha mantenido intacto el hábitat de especies protegidas. El campo que no sirvió para el progreso rápido es hoy el refugio de lo extraordinario."
Patrimonio cultural como acto de resistencia
Las tumbas antropomorfas, el rollo jurisdiccional y la arquitectura vernácula no son meras atracciones turísticas. Representan la memoria viva de una comunidad que ha sabido mantener su identidad frente a la homogeneización cultural.
Soberanía alimentaria y tradición gastronómica
- Producción local y consumo de proximidad
- Gastronomía arraigada al territorio
- Conservación de recetas tradicionales
Un modelo alternativo de desarrollo rural
Santa Marta de Magasca nos enseña que la verdadera riqueza no se mide en PIB ni en cifras de visitantes. Su ejemplo desmonta el falso dilema entre desarrollo y conservación, demostrando que la preservación del patrimonio natural y cultural es la mejor garantía de futuro.
Este pueblo extremeño no necesita grandes infraestructuras ni proyectos faraónicos. Su fortaleza reside en la dignidad de mantener viva una forma de vida sostenible y justa, en tiempos donde el capitalismo amenaza con mercantilizar hasta el último rincón de nuestra geografía.
Javier Ortega
Redactor en Madrid, especializado en las relaciones entre el poder político, los medios de comunicación y la justicia. Excronista parlamentario.